JOSÉ MARÍA GÓMEZ GÓMEZ

JOSÉ MARÍA GÓMEZ GÓMEZ

miércoles, 10 de febrero de 2016

EL ADALID MENESES


Héroe de la conquista de Orán (año 1509).



Se llamó Bernardino de Meneses y nació hacia 1475. Talaverano, vástago de la noble familia de su célebre apellido, casó con Doña Gracia de Ulloa, hija de Don Gutierre Gaytán y de Doña Gracia de Carvajal. La escritura de matrimonio fue otorgada en Talavera el 13 de septiembre de 1499, ante el escribano Gutierre Gómez. El matrimonio tuvo cuatro hijos: Gutierre de Meneses (que heredó de su padre la Dehesa de Tejadillo, con su casa y huerta, y las casas y tierras denominadas Casablanca, todo ello junto y por vía de vínculo y mayorazgo), Juan Gaytán (que fue Deán de la Colegial), Antonio de Meneses y Teresa de Meneses. Por la gesta que protagonizó en la Toma de Orán (año 1509) fue conocido como “el Adalid Meneses”, que vale tanto como decir capitán y héroe de leyenda. Poseía un palacio con su escudo en Talavera. Por sus altos merecimientos fue nombrado Gobernador de Murcia. Otorgó testamento el 5 de marzo de 1542, en Talavera, ante el escribano Juan Rodríguez. En él ordenó ser enterrado en la Capilla Mayor del Convento de San Agustín de la Villa de Arenas.

Debe toda su fama y su gloria al arrojo y valentía que mostró en la campaña de la Conquista de Orán (año 1509), preparada con todo detalle por el propio Cardenal Cisneros. Este esforzadísimo varón, arzobispo de Toledo, en su ancianidad aún tuvo fuerzas para dirigir personalmente la empresa. Cuenta nuestro Ildefonso Fernández que, enfrascado en la tarea de los preparativos de la expedición y leva de soldados, Cisneros "vino a Talavera para reclutar voluntarios, de los que formó un cuerpo de 600 hombres de esta población y de los lugares de la Jara, diestrísimos en el manejo del arcabuz, que confió al mando de D. Bernardino de Meneses".
Alvar Gómez de Castro, erudito y humanista, excelente latinista y fervoroso biógrafo de Ximénez (así solían todos llamar al Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros) describe con puntualidad minuciosa la organización militar de aquella campaña, siempre bajo las órdenes y los planes del terco cardenal. Insiste el cronista en que "Jiménez comenzó a hacer levas de soldados por toda su diócesis" y acto seguido se alistaron soldados de la Bética, Cataluña, Aragón, Cantabria y Asturias, "llegando a juntar cuatro mil de a caballo y diez mil de a pie". Al frente de la expedición puso Cisneros a Pedro Navarro, conde de Oliveto, excelente general que se había distinguido en incontables hazañas junto al Gran Capitán, que se honraba con su amistad y le recomendó a Cisneros para esta empresa. Nombró como jefes coroneles a Rodrigo de Moscoso, conde de Altamira, Juan de Espinosa, Alfonso de Venegas, Gonzalo de Ayora, Pedro Arias, famoso en el manejo de las lanzas y por ello llamado "el justador", y Juan de Villalva, cántabro. Y, entre los numerosos capitanes, el propio Cisneros nombró a nuestro Bernardino de Meneses, de quien escribe Alvar Gómez que "conducía a los de Talavera y a los saeteros transpontanos (de la Jara), los cuales habituados a las jaras o ladas que abundan mucho en su tierra y se usan para hacer flechas, son muy prácticos en este arte". Aquí tenemos que anotar que Alvar Gómez e Ildefonso Fernández no se muestran de acuerdo al referir la habilidad de las mesnadas talaveranas. Ildefonso dice que eran "diestrísimos en el manejo del arcabuz" mientras Alvar Gómez, mucho más próximo en el tiempo al suceso, los considera prácticos en el arte de las flechas... pero ambos coinciden en que el mayor número lo formaban hombres de la comarca de la Jara.
Los pormenores de la expedición y los detalles de las acciones militares han sido resumidas por nuestro Juan de Mariana con su reconocido oficio: "salieron del puerto de Cartagena un miércoles, a 16 del mes de mayo, y otro día, que era la fiesta de la Ascensión, tomaron el puerto de Mazalquivir". Pero el objetivo era Orán. Así describe la ciudad Juan de Mariana: "ciudad muy principal del reino de Tremecén, de hasta seis mil vecinos, asentada sobre el mar, parte extendida en el llano, parte por un recuesto arriba, toda rodeada de muy buena muralla; las calles mal trazadas, como de moros, gente poco curiosa en edificar. Dista de la ciudad de Tremecén por espacio de ciento y cuarenta millas, y está en frente de Cartagena. Solía ser uno de los principales mercados de aquellas costas por el gran concurso de mercaderes genoveses y catalanes que acudían a aquella ciudad. La riqueza era tan grande, que de ordinario sustentaban armada de fustas y bergantines, con que hacían grandes daños en las costas del Andalucía". La expedición de Cisneros se planteaba, pues, como una acción de castigo y represalia, al tiempo que se defendían las costas españolas.



         Nada más llegar ante Orán se dispusieron las tropas en orden de ataque. El Cardenal Cisneros hizo oración en una iglesia de Mazalquivir y se presentó ante las tropas montado en una mula y con gran acompañamiento de clérigos. Juan de Mariana nos ha transmitido las palabras que, antes de entrar en combate, Cisneros dirigió a sus soldados. Imaginamos a nuestros seiscientos talaveranos, saeteros y arcabuceros de la ciudad y de la Jara, formados y presididos por el Adalid Meneses, atentos a la voz del anciano, pero enérgico, Cardenal. Cuando terminó sus palabras, le rodearon jefes y capitanes y pidieron que rezara por el éxito de la batalla. Como ya eran las tres de la tarde, el general Pedro Navarro dudaba si posponer la batalla para el día siguiente, pero Cisneros fue del parecer que atacara en ese momento y "no dejase resfriar el ardor de los soldados". El cardenal se retiró a una iglesia de Mazalquivir y en ella estuvo rezando el tiempo que duró la pelea. Ésta fue vertiginosa y muy encarnizada.
Juan de Mariana nos cuenta una curiosa y trágica anécdota. En un lance de la batalla "adelantáronse algunos soldados de Guadalajara contra el orden que llevaban. Destos uno, por nombre Luis de Contreras, fue muerto, y los otros forzados a retirarse. Cortaron la cabeza al muerto, llevaronla a la ciudad, entregaronla a los mozos y gente soez, que la rodaban por las calles apellidando que era muerto el Alfaquí, que así llamaban al cardenal. Vióla uno de los cautivos que otro tiempo estuvo en su casa, advirtió que le faltaba un ojo y que las facciones eran diferentes. Dijo: No es esta cabeza de nuestro Alfaquí por cierto, sino de algún soldado ordinario".
Todos los cronistas coinciden en que el lance definitivo de la batalla fue la toma de la Puerta de Canistel, epopeya que  correspondió al grupo de talaveranos y jareños que capitaneaba el Adalid Bernardino de Meneses. A su lado comandaba, en calidad de alférez, otro héroe talaverano, Fernán Gómez de Padilla. Luchaban los cristianos con los moros fuera de las murallas y Meneses aprovechó para atacar con sus hombres y hacerse con la mencionada entrada, en cuyas torres colocaron las banderas españolas, arrebatando las de los árabes. Continúa Mariana: "Los moros que peleaban en el campo, como vieron la ciudad tomada y las banderas de España tendidas por los muros, intentaron de entrar dentro. Salieron por las espaldas algunas compañías de soldados, con que los tomaron en medio y hicieron en ellos grande estrago". Y concluye: "Murieron este día cuatro mil moros, y quedaron presos hasta cinco mil". Todo había sucedido en unas horas de aquel señalado día 17 de mayo de 1509, jueves de la Ascensión.



La expedición regresó victoriosa a España con mucho cautivos cristianos liberados. La entrada de Cisneros en Alcalá fue apoteósica. Aunque él quiso hacerlo como prelado y no como militar, la ceremonia tuvo la características de un desfile triunfal. Alvar Gómez de Castro resalta: "Por su aparato y su aspecto, la llegada de Jiménez fue semejante a una entrada triunfal; para celebrarlo, los de Alcalá derruyeron parte de las murallas para que fuera así recibido Jiménez dentro de la ciudad. Sin embargo, consciente de su modestia, no consintió en pasar por allí aunque se lo suplicaban insistentemente... y le salieron a recibir los ciudadanos y los distintos grados literarios, los cuales con alegres saludos le felicitaban por haber regresado sano y por su feliz victoria. Iban delante del prelado moros cautivos y camellos cargados de plata y oro, provenientes del botín de África, y también los libros escritos en árabe, que trataban de astrología y medicina para enriquecer su biblioteca, cerrojos de la Alcazaba y de las puertas de la ciudad, y clavos y candeleros y barreños de las Mezquitas, que usaban los árabes para sus abluciones, y cuernos de caza, que llamamos anafilos. Muchas de estas cosas se colocaron en el templo dedicado a San Ildefonso y todavía son visitadas hoy con mucho afán en Alcalá. Muchas fueron enviadas a Talavera, especialmente unas llaves de una puerta de Orán, que aún se llaman talaveranas, porque fue tomada por Bernardino de Meneses, capitán de los talaveranos, y dicen que se guardan en una capilla de la Virgen Madre, colgadas junto a un estandarte rojo, que tiene la luna azulada, como suelen tener los árabes su bandera". Imaginamos, al compás de estas frases de Alvar Gómez de Castro, historiador próximo a la época de los hechos que narra, a los talaveranos, ballesta en mano o arcabuz en ristre, enarbolando las banderas y las llaves ganadas a los moros por las calles de Alcalá y, posteriormente, por las de Talavera hasta la entonces Ermita del Prado para depositarlas a las plantas de la Virgen. Ildefonso Fernández refiere que estos "despojos" se colocaron "inmediatos al altar de Santa Ana, de que la familia Meneses tuvo luego el patronato".
Alvar Gómez añade que el Cardenal Cisneros supo premiar con cargos y honores a los jefes y capitanes victoriosos. Y a Bernardino de Meneses lo nombró Gobernador de Murcia.
Mientras vivió en Talavera, el Adalid de Orán lo hizo en el palacio que poseía, cuya portada, según cuenta Ildefonso Fernández, existía aún en el siglo pasado, y él mismo alcanzó a verla, aunque al final del siglo, cuando él escribe la Historia de Talavera, exclama desolado: "hoy tierra de sembradura". Y añade: "Las hermosas columnas de piedra de esta portada parece que fueron rotas y vendidas, para una de las composturas de la presa de los molinos del puente". Aún alcanzó nuestro historiador a conocer el escudo de armas de la referida portada, llamado "los grifos", por tratarse de dos leones o grifos que sostienen el emblema heráldico. El escudo, cuando se desmontó el palacio, adornó la pila de agua del Paseo de la Puerta Cuartos (razón por la que también se le llama Paseo de los Leones, lugar próximo a la ubicación del palacio). En la actualidad, puede contemplarse en el muro testero de la Basílica del Prado, entre otros restos de fachadas, escudos, lápidas romanas y vestigios del pasado talaverano. Lamentando tanta incuria y abandono, exclama Ildefonso Fernández: "¡Cuánta decadencia y qué poco respeto a las glorias talaveranas!".
Por cierto, en este mencionado palacio del Adalid Meneses moraron algún tiempo los frailes dominicos que vinieron a fundar el Convento de San Ginés (conocido en Talavera como Santo Domingo o Compañía de María). Como las obras se retrasaban, Bernardino de Meneses les ofreció su casa para que en ella morasen el tiempo que fuese necesario.
El Adalid Bernardino de Meneses murió en 1542.



EL ADALID MENESES
Este inmortal campeón de la Fortuna,
invicto capitán talaverano,
combatió con rigor al otomano
y en Orán sometió a la Media Luna.
Guiando de Castilla la bandera,
engrosó las mesnadas de Cisneros
al frente de seiscientos ballesteros
jareños del alfoz de Talavera.
Éste es don Bernardino de Meneses.
Éste es el que rompiendo la batalla
escaló la fortísima muralla,
quebrando escudos y abollando arneses.
Éste es el ADALID, el esforzado
que abrió la Puerta con su solo arrojo
y arrebató las llaves y el cerrojo
para gloria y blasón de nuestro Prado.

José María Gómez Gómez.