En la Lorena, junto a los Vosgos,
exactamente en la localidad-monasterio de Saint Dié, a principios del siglo XVI
existía un grupo de sabios, protegidos por el duque de Lorena, René II. Se
trataba de una pequeña Academia, llamada Gimnasio
Vosgo. Sus principales componentes eran: Vautrin Lud, canónigo y dueño de
una imprenta; Jean Basin, vicario de la iglesia; Matías Ringmann, poeta y
corrector de pruebas, y Martín Waldseemüller, clérigo aspirante a canónigo.
Uno de sus proyectos fue publicar los Ocho libros de la Geografía de Ptolomeo,
añadiendo la descripción de las tierras halladas por Cristóbal Colón (
denominadas Nuevo Mundo, las Indias…).
Mientras llegaba el original griego de
Ptolomeo, se fue preparando la redacción de una Cosmographiae Introductio, texto redactado por Waldseemüller, que
iba a constituir el prólogo. Entre tanto, la academia recibía una relación de
los Viajes de Américo Vespucio, la llamada Carta
a Soderini, que maravilló de tal manera a aquel grupo de sabios que
decidieron publicarla. Las tierras descritas por Vespucio transformaban
completamente las concepciones geográficas de Ptolomeo. Por ello, el escrito de
Vespucio se tradujo al latín y se agregó a la Cosmographiae Introductio, con lo que se cambiaba radicalmente el
sentido inicial del prólogo.
Por entonces se conocían igualmente, pues
habían sido también muy difundidas, las Cartas de Colón, describiendo las
tierras descubiertas. ¿Por qué no causaron
en Europa la conmoción que los escritos
vespucianos? Por una única razón: los informes y descripciones del genovés no
establecían, como los del florentino, la existencia de un cuarto continente.
Colón en sus descripciones y mapas sigue expresando que ha llegado a Asia
(Cipango, Cathay, la India…), pero Vespucio insiste en que lo que se ha
descubierto no es Asia, sino la cuarta
parte del mundo, un cuarto continente.
La Cosmographiae
Introductio consta de un prólogo, un epílogo, nueve cortos capítulos y la
Carta a Soderini. En el noveno capítulo, con toda seguridad redactado por el
poeta Ringmann, es donde se habla del Nuevo Mundo y del término América para designarlo (concretamente Amerige). He aquí el texto en concreto
en que se expresa: “Mas ahora que esas partes del mundo han sido extensamente examinadas y
otra cuarta parte ha sido descubierta por Americo Vespucio, como se verá por lo
que sigue, no veo razón para que no la llamemos AMERICA; es decir, la tierra de
Americus, por Americus, su descubridor, hombre de sagaz ingenio, así como
Europa y Asia recibieron ya sus nombres de mujeres”.
Al margen del pasaje citado se estampó el
vocablo AMERICA, sonoro, nuevo, similar al femenino de otros continentes.
Igualmente se grabó el toponímico sobre un mapa que trazó Waldseemüller y que
acompañaba a la Cosmographiae Introductio.
Sobre las líneas recién descubiertas y bellas del Nuevo Mundo se colocaron dos
medallones con los retratos de Ptolomeo y Américo Vespucio, junto a las
siluetas del Viejo y Nuevo Mundo, azotados por angelotes-vientos que soplaban a
carrillo hinchado. El nombre de América estaba ya lanzado y aventado
a los cuatro vientos de la rosa, porque el librito de Saint Dié constituyó un
éxito tal que en 1507 se habían hecho de él seis ediciones.
Por entonces ya había muerto Colón, sin
saber que había descubierto un nuevo continente. Americo Vespucio, en Sevilla,
se mantenía ajeno a todo este asunto.
Desde nuestra perspectiva actual, es una
gran injusticia la denominación del nuevo continente. Es cierto que Vespucio
fue uno de los primeros en establecer
que las tierras descubiertas no eran las Indias sino un continente totalmente
desconocido. Pero, decimos, “fue uno de
los primeros”… no el primero. El primero fue JUAN DE LA COSA, quien ya lo
expresó en el año 1500 y lo dibujó magníficamente en el que unánimemente es
considerado el PRIMER MAPA DE AMÉRICA,
que se conserva en al Museo Naval de Madrid y fechado en el Puerto de
Santa María en el año 1500. Mide 1,83 x 0,96 m.
En él se recogen todos los
conocimientos geográficos que el autor había alcanzado y discernido hasta ese
año, tras los tres viajes de Colón y los de Ojeda, Pinzón y Caboto. Cuba es
figurada ya como isla, y Sudamérica, desde el Cabo de la Vela al de San
Agustín, como una parte del Brasil, que
aparece como isla, y hace también referencia a los hallazgos de Cabral.
Evidentemente faltaba por alcanzarse aún el gran descubrimiento definitivo, el
del Mar del Sur, el Océano Pacífico… descubrimiento que llevará a cabo Núñez de
Balboa y vendrá a corroborar las conjeturas de Juan de la Cosa.