TOLEDO
Siempre estuve
en Toledo. Aunque mis pasos
se hayan perdido
en otro laberinto,
de hondas
nieblas y de íntimos ocasos.
Siempre llevé
conmigo las callejas,
los rumores del
río, los gastados
oros de los
ladrillos aljamiados,
los mágicos
rincones de perplejas
urdimbres y la
mística maraña
de blasones, de
espadas y de piedras
que ennoblecen
los hielos y las hiedras
de Castilla,
magnífica y huraña.
Siempre estuve
en Toledo. Cuando muera,
sé que hay algo
en su entraña que me espera.
José
María Gómez