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jueves, 11 de febrero de 2016

TALAVERA DE LA REINA MONUMENTAL

                                         


A orillas del Padre Tajo Talavera de la Reina nos espera. Ciudad milenaria, su origen se remonta varios siglos antes de la invasión de los romanos. Cuenta Tito Livio que, en las inmediaciones de la actual Talavera, entonces llamada Ebura de la Carpetania (Ebura Carpetanorum) se dio una decisiva batalla, en que la comarca fue conquistada por los romanos. Esto sucedía el año 182 antes de Cristo. Por entonces, Talavera era un castro celtibérico, poblado por los carpetanos en las inmediaciones de los vettones. Ahí, justamente en el límite se situarían los eburones, habitantes de Ebura (Talavera), en la encrucijada carpetovetónica. Luego vino la romanización. Talavera se llamó entonces Caesarobriga. Siguió la época hispanovisigoda (siglos VI y VII). Durante los siglos VIII-XI Talavera permaneció bajo el dominio y la cultura musulmana, aunque nunca faltó un importante contingente cristiano entre sus moradores: los mozárabes. En 1083 fue reconquistada por los cristianos, entrando a formar parte del Reino de Castilla. En 1211 su iglesia principal, Santa María la Mayor, fue elevada al rango de Iglesia Colegial por el arzobispo de Toledo Rodrigo Ximénez de Rada, que había venido a Talavera acompañando al rey Alfonso VIII para hacer leva de soldados para la gran batalla contra el Islam que se había de dar al año siguiente en Las Navas de Tolosa. En el siglo XIV, el rey Alfonso XI, al casarse con doña María de Portugal, hizo donación a ésta de Talavera y su Alfoz (amplísima jurisdicción territorial que abarcaba toda la comarca de la Jara) y el concejo talaverano solicitó a doña María que la villa pasase a denominarse Talavera de la Reina. Años después, en 1369, al subir al trono, Enrique II de Trastamara hizo donación de Talavera y su Alfoz a los arzobispos de Toledo, quienes ejercieron en ella señorío hasta las Cortes de Cádiz de 1812.



A lo largo de una historia tan rica y variada, Talavera ha ido atesorando importantes monumentos, que unas veces maltratados y otras reconstruidos han llegado en gran parte hasta nuestros días. Un recorrido, siquiera fugaz, nos obligaría a arrancar desde la Plaza del Pan, adornada con cerámicas talaveranas. Allí nos espera la Iglesia Colegial de Santa María la Mayor con su rosetón gótico-mudéjar en la fachada. Entramos en su recinto y nos sorprende la vistosidad sobria y armónica de sus naves góticas, sus capillas y sacristía repletas de tesoros artísticos, y la reciedumbre de su claustro que custodia los restos de Fernando de Rojas, el genial autor de La Celestina. Desde su fundación en 1211 por el rey de Castilla Alfonso VIII “el de las Navas” y el arzobispo de Toledo Rodrigo Ximénez de Rada, la Iglesia Colegial de Talavera de la Reina quedó constituida en el gran símbolo histórico y artístico de la ciudad. Básicamente su construcción se llevó a cabo durante los siglos XIV y XV, pero su interior se fue completando y embelleciendo en los siglos posteriores, hasta el XX en que se colocó el retablo del Cristo del Mar, magnífica obra en cerámica de Ruiz de Luna.
La disposición arquitectónica del templo se inscribe dentro del estilo que podemos denominar GÓTICO-MUDÉJAR. La estructura del templo y del claustro es típica y modélicamente labor  gótica en piedra, pero en determinadas capillas y, espectacularmente, en el imafronte de la fachada, se aprecian valiosos elementos mudéjares (el ROSETÓN, el frontón superior y los pináculos piramidales, todo ello en ladrillo...). Ahora bien, el conjunto de la PORTADA de arquivoltas ojivales con corrido capitel de cardinas, y los pilares y bóvedas interiores de las naves, donde se conjuga la crucería simple con la crucería con terceletes, así como la perfecta disposición de contrafuertes y la armonía del claustro con sus remates de recios pináculos y monstruosas gárgolas, todo en ello en granito, nos remiten a un gótico de gran pureza. Los siglos posteriores modelaron la soberbia torre del campanario, coronada con esbelto y elegante templete octogonal.



Pero hay más. Mucho más. Los últimos quinientos años de historia han ido dejando dispersas por las diversas capillas laterales y sacristía un número considerable de interesantísimas obras: imágenes talladas en madera, pinturas, cerámicas, artísticos objetos de culto, alhajas... De todo ello sería prolijo hacer siquiera relación, cuanto más hablar por extenso.
Delicadamente hermosa es la escultura de SANTA MARÍA DE LA COLEGIAL, de finales del siglo XV, imagen que presidió el retablo gótico que fue desmontado y sustituido en el siglo XVIII. El realismo y la naturalidad, tanto de la Virgen como del Niño, nos remite a algún autor flamenco o a su influjo. De extremada delicadeza es el rostro de la Virgen, con afable sonrisa y amplia melena cayendo sobre los hombros...
Muy interesantes son los DOS FRONTALES DE ALTAR EN CERÁMICA del siglo XVI: uno de ellos, de resabios gótico-mudéjares, y otro claramente renacentista con su medallón central con la figura de San Juan Evangelista.
Los SEPULCROS DE LOS LOAYSA, del siglo XV, son otras dos piezas artísticas dignas de mención. Aunque en su origen exentos, hoy se conservan adosados a las paredes: uno en negra piedra con labores y filigranas góticas, otro en alabastro con estatua de guerrero yacente (conocido popularmente como “tumba de Calisto”, en homenaje al protagonista de la célebre tragicomedia “La Celestina”...).
En una de las capillas laterales, que sirve de enterramiento al bachiller Hernando Alonso, se conserva el RETABLO DE LA QUINTA ANGUSTIA, de finales del siglo XV. Obra dotada de gran expresividad, su autoría pudiera relacionarse con el gran Juan de Borgoña, por entonces maestro de obras de la Catedral de Toledo.
Entre las pinturas destacables, conservadas en la Colegial talaverana, hay que destacar la excepcional obra de Blas de Prado, “APARICIÓN DE SANTA LEOCADIA A SAN ILDEFONSO”, del año 1592, que evoca con excelente composición y belleza la célebre leyenda del siglo VII, emblema de Toledo: Santa Leocadia se aparece al arzobispo San Ildefonso en su basílica toledana, en una ceremonia a la que asiste el rey Recesvinto; San Ildefonso corta un trozo de velo de la santa con el puñal del rey...  No le van a la zaga en mérito artístico ciertas pinturas atribuidas a la escuela del Greco, concretamente a Luis Tristán, como un excelente “SAN JERÓNIMO PENITENTE”, restaurado hace varios años... De más reciente factura (finales del siglo XVIII) es el grandioso lienzo que preside el retablo mayor, una “ASUNCIÓN”, obra de Maella, el destacado discípulo de Goya.
Entre las imágenes procesionales de la Semana Santa sobresalen el CRISTO DE LOS ESPEJOS y el más perfeccionado CRISTO DE LA ESPINA, de impresionante factura, salidos ambos del taller de José Zazo, a mediados del siglo XVIII.
Otra de las capillas laterales acoge un bello PANEL DE SANTAS JUSTA Y RUFINA y el espectacular RETABLO DEL CRISTO DEL MAR, piezas ambas de la más meritoria  y esplendente cerámica salida de la Fábrica “Ruiz de Luna” hacia 1940.
Conserva la colegial además una colección importante de CANTORALES, libros de coro que utilizaban los antiguos canónigos para el rezo y cato de las horas canónicas. Se trata de interesantes ejemplares, adornados con bellas labores de antiguos copistas. No faltan, finalmente, alhajas de cierto valor como portapaces, cálices, custodias, etc..., restos del antiguo esplendor de la Iglesia Mayor de Talavera, objeto de saqueos indiscriminados a lo largo de la historia.



En las inmediaciones del Ayuntamiento reparamos en el Monumento al Padre Juan de Mariana, hijo ilustre de nuestra ciudad y gloria de la historiografía española. Su Historia de España y su Tratado sobre el Rey y la Institución Real son escritos imperecederos. Él acuñó la célebre teoría del “tiranicidio”, que no ha perdido actualidad hasta nuestros días y sigue siendo severísimo aviso para malos y tiránicos gobernantes.
A un paso se yergue el Teatro Victoria, con su elegante fachada decorada con cerámicas de Ruiz de Luna, la célebre fábrica que supuso la recuperación de la cerámica artística de Talavera en la primera mitad del siglo XX.
Prácticamente adosada a la Colegial por su lado este, la Casa de los Canónigos  (finales del siglo XIV) enlaza con el Monasterio de Santa Catalina, en su día habitado por frailes jerónimos, y desde 1909 sede de la Fundación San Prudencio. Su monumental iglesia, de estilo renacentista, fue trazada por Alonso de Covarrubias.
Desde allí, adentrándonos por callejuelas de sabor medieval, llegamos hasta el conjunto de monumentos representativos del llamado “barroco en ladrillo”: Iglesia y Convento de las Bernardas  y, a su lado, Iglesia y Convento de San Agustín el Viejo, hoy sede del Museo de Cerámica Talaverana Ruiz de Luna. Merece la pena entrar en el Museo y disfrutar de su exposición permanente de objetos de cerámica de Talavera, desde el siglo XVI hasta nuestros días: platos, jarras, orzas, lebrillos… pero también paneles de antiguos retablos y, sobre todo, el soberbio Retablo de Santiago, obra de Ruiz de Luna (año 1917).
Siguiendo siempre en dirección este, muy cerca están las ruinas de la Alcazaba y las Murallas, en las que destacan las soberbias Torres Albarranas, que remontan su origen al siglo X, época de Abderramán III, reconstruidas en varias ocasiones.. Frente a ellas, el Padre Tajo se deja atravesar por los remiendos del Puente Viejo, junto al que se eleva un reconstruido Potro de herrar, que nos recuerda que en este espacio y más allá, bordeando la ciudad por el sur y el este, se celebraban las antiguas ferias y mercados de ganado, las más famosas y concurridas de España, desde el siglo XIII.



Siguiendo nuestro rumbo este, hemos llegado a los Jardines del Prado, diseñados y modelados en 1926 con ornamentaciones de cerámica talaverana Ruiz de Luna: soberbia alameda, salpicada de bancos, con la casita de los patos y los urinarios públicos. Reparamos en el Laurel de la Batalla, que conmemora desde 1909 la célebre Batalla de Talavera (1809) contra los franceses., y el Monumento a la Constitución Española, obra del escultor talaverano Víctor González Gil. Pero lo más emblemático de estos jardines son la Fuente de las Ranas  y el Monumento a Joselito el Gallo, el más célebre torero de la historia, que murió el 16 de mayo de 1920 en la Plaza de Toros que, justo al lado, se yergue señera. Otros bustos de toreros admiramos en sus inmediaciones: el de Morenito de Talavera y el de Gregorio Sánchez, íntimamente unidos a nuestra ciudad y su tradición taurina.



Como apoteosis final de este paseo, nos aguarda majestuosa y colorista, la Basílica de Nuestra Señora del Prado, que preside la imagen de la Patrona de Talavera, Virgen del Prado, tenida entre las devociones más antiguas de España y en cuyo honor se celebran las fiestas bimilenarias de Las Mondas, ofrendas de la comarca que se remontan a la época de los romanos, en que la fiesta era llamada “munda Cereris” (0frendas a la diosa Ceres). En la Basílica del Prado, tanto en el pórtico como en los zócalos de sus naves y sacristía, son de admirar los más excelentes paneles de cerámica de Talavera que existen. Fueron realizados a finales del siglo XVI y primer tercio del siglo XVII y son considerados gloria máxima de la cerámica talaverana y “capilla sixtina de la cerámica española”. Sólo por contemplar estas cerámicas merece la pena venir a Talavera.




Talavera de la Reina

Cuando te abruma el sol de la mañana
en los duros calores del estío
o te muerde el ventoso escalofrío
del invierno de cruda tramontana,
no sé si cuerpo real o sombra vana,
acaso un sueño que surgió del río
eres, o el estudioso desvarío
de Rojas, de Loaysa, de Mariana.
El tiempo dispersó tus monumentos.
Desbarató la incuria los cimientos.
Pero tu amor me obliga y exaspera.
Y aunque me duela el alma de pensarte
y me sangren los ojos de mirarte,
te seguiré soñando, Talavera.

            José María Gómez Gómez