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domingo, 13 de marzo de 2016

ÉXTASIS EN TOLEDO


PRÓLOGO

 Con la lectura reposada de “EXTASIS EN TOLEDO” del poeta toledano José María Gómez Gómez entiendo que decir poesía es sinónimo de emoción, concentrada y concisa; un tanteo que nos legitima a explorar en lo indecible y a auscultar su verdad. No es fácil entender la palabra poética ignorando la virtualidad sonora de su tersura musical; esa música de fondo, callada y sin ruidos, de los místicos; y esas confidencias de luz mediterránea que manaban del pensamiento griego con el hechizo de transportarnos a la frontera de mundos desconocidos, apoderándose de nuestras almas con su incalculable energía espiritual. 

Obligada una lectura serena y una relectura reposada. Nunca le faltará la acogida de los mejores lectores, que saben paladear esas vibraciones armónicas que rezuma esta antología de sencillez esencial, cargada de resonancias grecas, con una luminosidad omnipresente, y con unas imágenes que como en la caverna platónica nos abren a una verdad que no pasa y que cae más allá, pese a su cercanía. Acierto ya patente en el mismo título de la obra: “ÉXTASIS EN TOLEDO”.

 Este poliédrico poemario nos abre un camino de ida y de retorno; su genealogía arranca de una contemplación íntima por parte de su autor, con fijación de asombro, ante la verdad y la belleza excesivas de la pintura cretense. Y nos está invitando a contemplarla nosotros con esa pasión serena que obliga a detenerse y a cerrar la mirada extasiada ante la solicitud de tanta belleza y verdad, con la complicidad de una decisión vocacional.

 Conexión de dos almas y de dos momentos estéticos. La belleza pintada queda bien filtrada e ilustrada en la palabra poética. Todo un arte. El Greco con su estilo inconfundible se sentiría felizmente correspondido y reafirrmado con su mismidad, en el estilo de este poeta de concisión azoriniana y con sabores de la gran cultura española de aquella Edad de Oro. “Yo soy tú” podría decir el Griego de Toledo y a quien para pintar le bastaba la sola llama que en su alma ardía; y el poeta José María Gómez le respondería:” la esencia de lo greco late en mi poema como en su forma”. Misterioso trasvase de almas. Se cumplen aquellas anotaciones de García Lorca: todas las cosas tienen su misterio secreto y la poesía es el misterio que entrañan todas las cosas; en la poesía radica más verdad y belleza que en la historia del mundo, porque no le falta esa locura divina que es la inspiración.

 Hay que saber mirar y aprender a mirar, como sostiene el cineasta Kurosawa en uno de sus "lmes, con las orientaciones de alguien que sepa hacer más transparentes nuestras miradas, y nos ayude a captar esa música susurrante de la verdad y de la belleza; ese fondo misterioso que puede fácilmente esfumarse con el vértigo de las prisas o bajo el prejuicio de lo “ deja vu”.

 Como una antorcha de luz debe servirnos este intenso poemario para este año 2014, fecha para celebrar a este nuestro pintor del alma e inventor del color de las almas, corrigiendo que “ tanto ingenio yazca en el tácito olvido que le humilla”.











domingo, 6 de marzo de 2016

POEMAS DE LA HISPANIDAD



Hispanidad


¿Y qué es la Hispanidad?, le preguntamos
al laberinto aciago de la historia,
¿un confuso huracán de oro y escoria
o el piélago en que al cabo naufragamos?

Acaso la más grande gesta humana.
El camino que abrió una carabela
con la cruz y la espada siempre en vela.
El Quijote. La lengua castellana.

Tal vez. Pero también la vividura
de las razas y la íntima amargura
del inocente a quien hirió la suerte.

Machu Picchu. El nahuatl. La primitiva
pirámide maya. La inquisitiva
mirada de Atahualpa ante la muerte.

           

La Rábida
     

La Rábida de Palos
tiene un convento,
adonde Colón vino
con su proyecto.
Y aquí los frailes
se conjuraron todos
para ayudarle.

Fray Juan y Fray Antonio
van a la corte
para hablar a la Reina
que los conoce.
Y allí le explican
que ello será la gloria
para Castilla.

La Reina los escucha
con atención
y les da garantías
para Colón.
¡Qué gran papel
tuviste en esta historia
Reina Isabel!

Los frailes convocaron
a los Pinzones
para que reclutaran
barcos y hombres.
Y todos juntos
descubren para España
el Nuevo Mundo.


A Isabel la Católica
                        

Cuando Dios en su cielo soberano
imaginó la reina más señera,
buscó el molde más fiel y más humano
y decidió crearla en primavera.

En Madrigal halló con qué la hiciera
y, entregado a su oficio de Artesano,
puso el trigo en su noble cabellera
y en sus ojos el cielo castellano.

Y fuiste tú, Isabel. Y en tu persona
Altas Torres trenzaron la corona:
sabia y fuerte, magnánima y sencilla.

Por eso, unida a ti en honor y fama,
Madrigal con orgullo te proclama
Madre de España y Reina de Castilla.


Santa Fe
           

En la espaciosa vega de Granada,
promesa de futuro y esperanza,
con un buey, un arado y una lanza
una Cruz gigantesca fue trazada.

En sus brazos, pujante y encalada,
una altiva ciudad creció, a la usanza
de aquella santa guerra y su mudanza,
con muro militar fortificada.

En ella fincó firme, fuerte y fiel
la reina de la Fe, doña Isabel.
Allí aceptó Boabdil las rendiciones.

Y allí, cuando Granada fue vencida,
ensueño de grandeza presentida,
Colón firmó las Capitulaciones.



Arribada
            1 de marzo de 1493

El cielo crepitaba electrizado.
Pinzón  y sus valientes en cubierta,
avizorando la tiniebla incierta,
sorteaban el piélago erizado.
Habían descubierto un Nuevo Mundo.
El mar, resuelto en ásperos bramidos
abrió su abismo tétrico y profundo
y los iba a engullir despavoridos.
De pronto en lontananza una caricia
de sol desenterró la luz del día.
Una costa feliz se perfilaba.
Era la verde y plácida Galicia.
En la proa Santiago conducía.
Bayona la Real los esperaba.

Y fue Bayona puerta de la gloria
por donde aquel puñado de valientes,
demacrados espectros fenecientes,
entraban impasibles en la historia.
Tenía su aspecto un halo indefinible
de grandeza y horror. Eran sus ojos
relámpagos heridos y terribles.
Sus ropas sólo harapos y despojos.
Postrado en unas pobres parihuelas,
llegó Martín Alonso moribundo
Sus cuerpo reflejaba las secuelas
del recio mar y su bramar profundo
¡Pinzón!, gritó la gente entusiasmada.
Pero él apenas pudo ya oír nada.

Hernán Cortés desembarca en Palos
                                  


¿Quién es esa armadura audaz que enciende
en al Puerto de Palos la mañana,
capitán de cadencia sobrehumana
que de la nave impávido desciende?
Don Hernando Cortés, grita un rufián…
Él es quien con la espada y con la pluma
la muerte describió de Moctezuma
y la fama alcanzó en Tenochtitlán.
En sus ojos trae el fuego de la guerra.
Su pecho, con magnánimo decoro,
exhibe el broche de una iguana de oro.
Y con cesáreo pie pisa la tierra.
Como quien viene de un país lejano,
lo envuelve una aureola de misterio.
Descansa en la quietud del Monasterio.
Y a Guadalupe se dirige ufano.



La ejecución de Vasco Núñez de Balboa
               

De Vasco Núñez de Balboa, el valiente,
cuentan que cuando fue decapitado
su cuerpo horriblemente mutilado
fue expuesto en una estaca ante su gente
y que una esclava, que se halló presente,
mirando al horizonte amoratado,
vio cómo desde un cerro agigantado
aquel cuerpo se alzó resplandeciente.
Leoncico, el perro fiel, se estremecía.
Y cuando por el cielo anochecía
Anayansi, la esclava, vio la Cruz.
Eran dos brazos que se desplegaban
y, antorchas del ocaso, señalaban
el Atlántico Mar y el Mar del Sur.



La muerte de Francisco Pizarro
                       


No pudo defenderse. Un brusco ruido
apenas le previno la emboscada.
Lo hirió la desventura de una espada.
Y en el suelo cayó anciano y vencido.
En ese instante en que sintió la helada
mordedura del hierro enfurecido
su pasado, de púrpura teñido,
se le agolpó en la mente iluminada.
En vano se esforzó en incorporarse.
Vio a Almagro. Vio el campo victorioso
de Cajamarca. Y vio el rostro borroso
de Atahualpa. No pudo santiguarse.
Con tinta de su sangre derramada
la Cruz dejó en el suelo dibujada.


Alonso de Ercilla
                       

¡Cómo expresar mi asombro la mañana
en que llegué a las chozas del Arauco!
Yo había servido a  nuestro Emperador.
De Madrid a Milán, Bruselas, Munich…
¡cuántas jornadas de capa y espada!
No me cegó el encanto de la Corte.
Con don Andrés Hurtado de Mendoza
pasé a Las Indias. Su hijo don García
me llevó a las regiones del Arauco
que describí en octavas memorables.
Sobre mi cuello, en cuántas ocasiones,
sentí el frío resuello de las lanzas.
Junto a Valdivia, Aguirre y sus secuaces
me vi en las trágicas escaramuzas
de Lagunillas, Quiapo y Millaraue.
Por mi pendencia con Juan de Pineda
fui condenado a muerte y perdonado.
En Perú el deshonor fue mi destierro.
Hasta que pude al fin volver a España.
¡Qué injusto fue conmigo mi destino!
Yo me empleé con español coraje.
Por donde fui, poeta y caballero,
no di tregua a la pluma ni a la espada.
Entregado al oficio de los versos,
Doña María de Bazán, mi esposa,
fue la paz que mi espíritu exigía.
La muerte me llegó triste y cansada.
Olvidado de todos, en Ocaña
reposo en la quietud de un monasterio.
Pero sé que no he muerto para siempre.
Aún se estremece mi fatal ceniza,
cuando recuerdo la inmortal mañana
en que llegué a las chozas del Arauco.
Tronco en los hombros, se alzaba el titán.
Ya por los Andes descendía la aurora.
Enhiesta en un paisaje indescriptible
se recortaba su feroz figura.
El Toqui.... Sí. Yo vi a Caupolicán.


La muerte de Cristóbal Colón


Noche lenta de mayo. Sobre Valladolid
cunde la lluvia terca de cada primavera
que hace más melancólico el trance de la espera.
El marino se apresta a la suprema lid.
Mustios en la penumbra de un candil macilento,
unos frailes murmuran el latín de rigor.
Y el marino, que siente que ha llegado el momento,
se dispone en el lecho al último estertor.
De pronto oye un estruendo de olas y de velas,
como un rugir de jarcias de viejas carabelas...
¡Es el mar! ¡Tierra! ¡Tierra! ¡Antillas y El Caribe!
¡Aquí, sueños de gloria! ¡Aquí, mi Nuevo Mundo!
¿Venís a despedir al viejo vagabundo?
No os aflijáis. Me voy adonde el alma vive...
¡Adiós, Ruta del Oro! ¡Adiós, vieja Castilla!
Ya vislumbro radiante la luz de la Otra Orilla.


La muerte de San Francisco Xavier
           
                                  
                                  
Una playa en Sancián, frente a la vieja China.
Una choza de troncos en la playa desierta.
Una frazada de hojas y de ramas, cubierta
por una pobre manta. Una luz mortecina.

La fiebre que no cesa, La fiebre que camina
por los pulsos de sangre hasta dejarla yerta.
Es la muerte que viene como una ola abierta,
se cierne sobre el mar y todo lo domina.

Así murió Xavier. Sobre un tosco madero
quedó anclada su vida de ardiente misionero.
El rostro reflejaba una plácida calma.

Alguien soñó que un claro rompimiento de cielo
vino a colmar el rapto de su divino anhelo.
Dios enviaba un ángel a recoger su alma.



El Virrey don Francisco de Toledo


Era sobrio y escueto, puro asceta
forjado en el erial del Arañuelo.
Tenía algo de oráculo y profeta.
Dios y la Hispanidad fue su señuelo.
Célibe como un monje en su clausura
cultivó con escrúpulo la honesta
virtud que a todos era manifiesta.
Ello dio autoridad a su andadura.
Tres principios rigieron su actuación:
la justicia, el honor, la religión.
Impávido, inflexible, decidido
en el arduo ejercicio de la ley,
de negro siempre hasta los pies vestido,
fue la perfecta imagen de Virrey.

domingo, 21 de febrero de 2016



El libro

He soñado la historia de Castilla,
los mares, las batallas, los destierros,
el hambre, el odio, los crueles hierros
de la cárcel, el hampa de Sevilla,
las sagas del honor, el caballero,
la espada, la infeliz cabalgadura,
los mesones, la dama, el escudero,
Amadís, Lanzarote, la Locura,
la viciada retórica, el lenguaje,
las encantadas hierbas prodigiosas,
los filtros soñolientos, el brebaje
que cocinan las hadas sigilosas...
Algo me falta. He de soñar el hombre
que me sueñe. Cervantes sea su nombre.

El hidalgo

Cuentan que Alonso, hidalgo harto discreto,
laborioso y pacífico vivía
afrontando el afán de cada día
en su lugar humilde y recoleto.

Sucedió que a deshoras y en secreto
dio en leer libros de Caballería
y le invadió una atroz melancolía
perdiendo al cabo el juicio por completo.

Se creyó don Quijote de la Mancha
y lanza en ristre se arrojó a la ancha
llanura con estrépito y quebranto.

Otros piensan que es fábula y que antes
su verdadero nombre fue Cervantes,
gloria de España, héroe de Lepanto...

Miguel o Alonso, Saavedra o Quijano...
Su historia es el espejo de lo humano.

El molino

Desde que de los labios de mi abuelo
oí por vez primera la aventura,
no se va de mi mente la figura
del gigante que brama contra el cielo.
En él rugen las jarcias de Lepanto,
las pesadas mazmorras, las cadenas,
el solitario mar y las arenas,
la humillación, el hambre y el espanto.
Sé que es sólo una máscara, pero algo
(Amadís, Esplandián o las barbadas
brujas que perseguían al hidalgo)
acecha entre las aspas desdentadas.
Alguien, al otro lado del camino,
sigue soñando el sueño del molino.

El alcaná de Toledo

Nadie lo vio pasar. Era una errante
sombra en las callejuelas de Toledo.
No vestía el coraje ya ni el miedo
del soldado que irrumpe desafiante.
Embozado en sus éticos andrajos,
silencioso y distante, el caballero
con aspecto enigmático y severo
hurgaba en cartapacios y legajos.
Algo en unos raídos anaqueles
le llamó la atención. Con retraimiento
compró al peso los míseros papeles.
Luego, en la soledad de su aposento,
vio con horror que aquel texto aljamiado
era la historia que él había soñado.


El cautivo

Lo vieron acercarse lentamente.
Vestía a lo morisco unos calzones
y una casaca azul, hecha jirones.
Se les quedó mirando frente a frente.
Luego habló de Goleta y de Lepanto,
de Uchalí, del asalto a la galera,
de Argel y las cadenas, del espanto
de morir solo en cárcel extranjera.
Habló del Turco y su infernal mazmorra,
del despiadado remo, de los mares
que nutren esperanzas militares
y del destino aciago que las borra.
Como si fuera un ser imaginario,
vana creación de la literatura,
o prófugo poeta visionario,
volvió las riendas hacia la llanura.
Le abrazó don Quijote como hermano.
Y observó que era manco de una mano.


La cueva de Montesinos

Aquí el sueño de Dante y Odiseo.
Aquí la Boca mágica que ensancha
la sapiencial penumbra del Leteo
y la mitología de La Mancha.
Aquí en encrucijada de caminos,
donde el paisaje arisco se encabrita,
el palacio fantástico que habita
el venerable y cano Montesinos.
Aquí en pórfido invicto y alabastro
el espectro del bravo Durandarte,
que guarda el tiempo cruel en el catastro
de las leyendas del amor y el arte.
Aquí donde no brillan las estrellas
ni llega el vil rumor de los humanos
Belerma y su cortejo de doncellas
llevan su corazón entre las manos.
Aquí reina inmortal Merlín el Mago.
Aquí el triste Guadiana, su escudero,
convertido en un río duradero,
camina oculto por su reino aciago.
Aquí, llorosa y fiel, doña Ruidera
se deshace en querellas importunas
junto a sus hijas en fatal espera,
convertidas en líquidas lagunas.
Aquí en torpe sayal de labradora,
encantada su especie fugitiva,
la simpar Dulcinea, mi señora,
en cárcel de cristal yace cautiva...
Aquí la prez de la literatura.
Aquí el Aleph borgiano y la memoria,
razón y sinrazón de mi locura
y núcleo primordial de nuestra historia.

Don Quijote contempla
una vajilla de Talavera

Amigo Sancho, ¿ves nuestra andadura
en grabados de libros y en pinceles
de artista? No te asombres ni receles
si esa tu oronda y rústica figura
y esta flaqueza extrema, que es la mía,
ves dibujada en una vil cazuela
o en un plato de borde castañuela.
Es una antigua y mítica porfía.
Sábete que Merlín el hechicero,
Micomicona y todo su cotarro
han embrujado el óxido y el barro.
Somos el sueño audaz de un Alfarero.
Como el hombre mortal, somos un juego,
la magia de color que funde el Fuego.

La tristeza de Enrique Heine

Yo de niño leí por vez primera
las tristes aventuras que afrontaba
el buen hidalgo, y me desconsolaba
su sensación de historia verdadera.
En mis noches lloraba. Era terrible
imaginarle andar por los caminos
confundiendo gigantes con molinos.
Su derrota en mi alma era insufrible.
Y luego el deshonor. Vapuleado,
conducido en la jaula como un loco...
Así me fui sintiendo poco a poco
en su befa y ridículo implicado.
Desde entonces ya siempre fue mi vida
una íntima tristeza dolorida.


Gustavo Doré y El Quijote

¡Qué ciego fui! Un vértigo en mi entraña
me hizo indagar por plazas y rincones,
por ventas, descampados y mesones,
impresiones e imágenes de España.
Quise forjar la insólita figura
de aquel hidalgo amojamado y seco,
mitad filósofo, mitad muñeco,
en quien cifró Cervantes la Locura.
Y aquí está frente a mí tras tantos años,
tras tantos pesarosos desengaños,
viejo y fatal, fantástico y humano.
No es imaginación ni vil reflejo.
Me mira desde el fondo del espejo.
Tiene los rasgos que trazó mi mano.

La ruta de don Quijote

En el decurso de la historia amable
del hidalgo que lee y enloquece
un símbolo perenne resplandece,
el camino que sigue imperturbable.
En el fondo Quijote es sólo el nombre
de un ensueño de magia y aventura.
Quijote somos tú, yo y cualquier hombre
que vivimos el don de la Locura.
También en nuestra ruta hay pendencieros
malsines que entorpecen nuestros pasos,
trasgos, filtros, tropiezos y fracasos
que traman invisibles hechiceros.
Una estrella nos guía en la tarea:
el amor ideal de Dulcinea.


La sombra
      
El libro es una crónica de sueños.
En páginas de niebla nos asombra
la vana peripecia de una sombra:
seres que de sí mismos no son dueños.
Dios-autor sueña que Cervantes sueña
la labranza y los libros de Quijano
y éste sueña un hidalgo loco y vano
que es don Quijote. El libro lo reseña.
¿Quién es, pues, el autor falaz que enreda,
arduo ejercicio de literatura,
la palabra, la acción y la figura?
Sueño son Cide Hamete, Avellaneda,
el cura, el Bachiller, Sancho y el ama...
¿Qué dios detrás de Dios urde la trama?
  



LA POESÍA INTELECTUAL DE JOSÉ MARÍA GÓMEZ. Primera Etapa.


                                               Isabel Gómez Sobrino Doctor en Filología Hispánica.
                                               Profesora en la Universidad de Johnson City (Thennesee)

INTRODUCCIÓN:
            El autor:
José María Gómez Gómez nace en Parrillas (Toledo) el 16 de marzo de 1951. Pasó su infancia en este pequeño pueblo hasta la edad de once años, momento en el que ingresa en el seminario de Toledo. Es aquí comienza su acercamiento al latín y los clásicos, influencia que veremos a lo largo de su trayectoria poética. Su padre, Julián y su madre Pilar son personas humildes que tendrán que trabajar duro para poder darles una educación a sus hijos (tiene tres hermanos). Por ello, su padre emigra a Alemania donde permanecerá nueve años. Este hecho marca una época de nuestro poeta, como veremos en algunos de sus poemas.
Su estancia en Toledo influirá decisivamente en José María como observaremos en varios de sus versos o en poemas dedicados a esta ciudad. También estudia dos años en el Seminario Pontificio de Comillas (Santander) donde descubre su vocación literaria y afición a la poesía de la mano de su profesor de Literatura Emilio del Río S.I.
Deja el Seminario para estudiar Filosofía y Letras en la Universidad Complutense, los dos cursos comunes en el Centro Universitario de Toledo y los tres de especialidad en Filología Hispánica en Madrid..
Se casa en 1977, con Concepción, la mujer que inspirará algún poema dentro de su trayectoria como poeta. Este mismo año se instala en Talavera de la Reina, donde ejercerá como profesor de Instituto y en la UNED. Más tarde conseguirá la Cátedra de Lengua Española y Literatura.
Preocupado por la ciudad en la que vive, conocida como “la ciudad de la cerámica”, trabajará desde su estancia en ella, estudiando y publicando en la prensa local numerosos artículos sobre su arte, patrimonio, artesanía, historia y cultura. Hasta el día de hoy lleva cerca de cuatrocientos artículos publicados en el semanario “La Voz del Tajo”.
Su gusto por el folklore tradicional de su pueblo, Parrillas, dirige, todavía actualmente, el grupo “Pastores de Parrillas”.
Pregonero de Ferias en Talavera en su VII Centenario y en numeroso pueblos toledanos.
            Miembro del I.P.I.E.T. (Instituto Provincial de Investigación y Estudios Toledanos), académico de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo y miembro de la Cofradía Internacional de Investigadores.
            Actualmente vive en Talavera, donde continúa su labor como poeta, historiador y salvaguardando el folklore y cultura de su comarca.

            Obra poética:
La obra poética publicada de José María Gómez no es demasiado extensa aún, pero hay que tener en cuenta la parte que permanece inédita. Esto corresponde a artículos en periódicos, que contienen poemas casi siempre, romances, etc...
Publica su primer libro, El sueño apócrifo, en 1979. Más adelante, en 1984, publica Yegua de la noche (recibirá el Premio Ciudad de Toledo por este libro de poemas)  y en 1987, La máscara de oro (Accésit del Premio Florián de Ocampo, de la diputación de Zamora). Estos son los tres libros de poesía que publica en nuestro autor y que aparecerán junto a Los recodos del laberinto en una antología con el mismo nombre en 1997.
Además de estos libros de poesía, tiene algunos en prosa sobre temas de su ciudad más querida: Joselito el Gallo y Talavera de la Reina, Personajes ilustres de Talavera de la Reina y Artesanía de Castilla-La Mancha, escrita en colaboración con otros autores.
            Su poética:
José María Gómez no se adhiere a ninguna escuela actual, ya que como Jorge Luis Borges (poeta que influirá decisivamente en nuestro poeta) define su poética como “intelectual”. Esto lo vemos en el lema del libro en cuestión que se comentará en el siguiente punto:
            Mi suerte es lo que suele denominarse
poesía intelectual. La palabra es casi un
oxímoron; el intelecto (la vigilia) piensa
por medio de abstracciones, la poesía (el
sueño), por medio de imágenes, de mitos
o de fábulas. La poesía intelectual debe
entretejer gratamente esos dos procesos.
(Jorge Luis Borges, prólogo de La cifra).

 José María Gómez considera que lo ha aprendido todo de “los libros y los sueños”. Estos son sus maestros para él. Con el término “poesía intelectual” quiere transmitir que su poesía es una combinación perfecta entre “inspiración y técnica consciente”. Esto lo explica él mismo diciendo:

Para mí la poesía tiene una raíz espiritual, intuitiva, es “esa cosa alada y evanescente” de que hablaba Platón, pero al mismo tiempo un quehacer intelectual, riguroso, consciente, sujeto a ciertas normas técnicas que, de un modo general, hemos convenido en llamar figuras literarias, recursos o retórica [Reflexiones sobre mi Poesía, 2005].

Como veremos, sus poesía tienen un trasfondo de melancolía y escepticismo fruto del pensamiento existencial sobre los enigmas del mundo.
Su obra, como él mismo ha declarado en alguna ocasión y como resalta Abraham Madroñal en el prólogo de Los recodos del laberinto (1977-1997), sigue el tópico horaciano prodesse y delectare (sabiduría y deleite) complementado con la imitatio y variatio: los clásicos consideran que los temas son eternos, lo que varía es la manera de acercarse a ellos.
Esta línea poética, que comienza con El sueño apócrifo, continúa a lo largo de los tres libros del poeta.
La fuentes fundamentales son los poetas clásicos latinos y griegos como Horacio, Propercio, Virgilio; poetas clásicos españoles, entre ellos, Quevedo; formas estróficas y temática tradicional que encuentran su base en los romances; poetas ingleses como Yeats, Milton, Shakespeare; Víctor Hugo dentro de los románticos franceses...
Su gran formación intelectual como filólogo, se une al profundo conocimiento filosófico, desde Platón hasta Schopenhauer, que tiene el poeta. De aquí surge ese existencialismo del que hablábamos antes y la idea de un Soñador (¿Dios?) que lo “sueña” todo.
Pero es, sin duda, Jorge Luis Borges, el que más trascendencia tiene en su poesía, tanto en los símbolos que utiliza como en la métrica imperante a lo largo de los cuatro libros de poesía publicados.
El primero, como ya hemos dicho anteriormente, es El sueño apócrifo. Aquí se plantea, como tema principal, “la idea de sentirse puro objeto de un sueño que un Soñador ha forjado para su entretenimiento”, como se observa en el poema “El Soñador”:

            Yo os hice de planetas y de días,
            del entregado amor de las doncellas.
            ... Y soy vosotros. Lo he soñado todo.
            Y soy yo mismo y mi infinito sueño

Esta idea del sueño, muy tradicional, le sirve al poeta para expresar la irrealidad de la vida, la apariencia ilusoria y casi fantástica que supone “vivir”.
Podemos establecer una agrupación temática dentro de este libro que engloba ciertos poemas:
El primer grupo puede estar relacionado con referencias personales que se intuyen desde el principio: sus padres y su casa (“Emblemas”, “A mi padre”), su mujer (“Trofeo”), su primer hijo (“A mi hijo”).
Otro grupo incluye una cierta angustia existencial, son los dedicados a cosas pasajeras o vanas que le inspiran en momentos determinados, como “La papelera”, “El buey”, “El arado”. Encontramos poemas muy profundos aquí, entre ellos “Los Muertos”, “La aurora”, “La nada”, “Lo inalcanzable”... En alguno de estos poemas como “La papelera” se observa la influencia de otros poetas talaveranos como Rafael Morales.
Otro tema que inicia en su primer libro es el elemento platónico reflejado en poemas como “La rosa”, “Ión”.
Finalmente, merece la pena resaltar la serie de poemas que dedica a poetas o personajes históricos importantes, como “Antonio Machado”, “Safo”, “Jorge Luis Borges”, “Edgar Allan Poe”... En algunas ocasiones los humaniza como en el caso de “Un soldado de Rocroi”.
            El soneto inglés, esto es, tres cuartetos (ABBA ó ABAB) y un pareado final (CC) impera en la casi totalidad de sus poemas. Pero vemos ciertos sonetos petrarquistas en “Trofeo”, por ejemplo, verso libre en “Emblemas”, epigramas como “El vino” o “El olvido” (también de verso libre), verso blanco, versículos...
            El lenguaje y estilo se presentan de manera muy uniforme en todos los libros del poeta. Se trata de un lenguaje culto en su mayoría, con la aparición de palabras relacionadas con el entorno rural: arado, buey, troje, dedil, yugo, sementera... El influjo borgiano se ve en el léxico también: sueño, laberinto, espejo, rosa, tigre...
            El estilo es nominal y conciso, sin recargamientos retóricos en general. Abunda el uso de la metáfora, el oxímoron, la hipálage, los encabalgamientos... En definitiva, una poesía con un estilo fruto de la reflexión profunda de los temas que trata unida a ese pesimismo y escepticismo existencial que comentábamos antes.

La máscara de oro, constituye el tercer libro del poeta (Yegua de la noche se explica en el siguiente punto). Continúa la misma línea temática iniciada en el primero, el existencialismo, la preocupación del hombre ahora “como generador de destrucción, a pesar de ser una creación divina”. En palabras del propio poeta:
            La máscara dura más que el verdadero rostro... Tal vez sea este el destino humano: de nosotros perdurarán máscaras o apariencias pero no la verdad de nuestro ser... Ahora bien, ¿acaso nuestro ser es otra cosa que una sucesión de máscaras?” [Reflexiones sobre mi poesía, 2005: p. 2]

            Esta idea se observa en algunos de los versos más representativos de este libro:

                        Yo, al cabo, confundido y abrumado
                        por tantas minuciosas teorías,
                        me desangro entre máscaras vacías
                        y no sé si algún día, liberado
                        del tiempo especular y de su avara
                        devastación, veré por fin mi cara.
                                               (“Máscaras”)

Al igual que en el libro anterior, señalaré ciertos núcleos temáticos que me ha parecido relevantes en este libro.
El primero que observamos es la búsqueda de la verdad de la existencia del poeta y en su extensión de todo hombre. Poemas en los que aparece este tema son “El hombre”, “The nothing I am”.
El irremediable paso del tiempo constituye otro núcleo importante que agrupa poemas como “La eternidad”, “El tiempo”...
El tema de la muerte agobia al poeta en poemas como “La náusea”, “El final” o “El otro”.
Símbolos como el espejo, el laberinto, la máscara, la gacela, componen un conjunto de material poético que se va reciclando desde el inicio de su trabajo y a la vez van apareciendo otros nuevos. Observamos cómo la simbología de Borges le sirve a nuestro poeta como base de inspiración fundamental.
En lo que se refiere al lenguaje y al estilo, mantiene la dinámica nominal en algunos casos y el léxico culto que le caracteriza.  En el siguiente punto de este trabajo se realizará un estudio más pormenorizado sobre este tema.
La métrica de La máscara de oro se basa, fundamentalmente en sonetos a la manera inglesa y el verso libre. Aparece algún poema con versos eneasílabos como “El final”.

El cuarto libro que publica es el de Los recodos del laberinto, donde aparecen publicados todos los libros de poemas y uno inédito hasta ese momento. La parte inédita que aparece se llama Los recodos del laberinto.
El último poema de Yegua de la noche, “Asterión”, nos deja ver una esperanza en la vida de José María Gómez Gómez, a pesar de la visión tan negativa que observamos en toda su obra. El poeta asume que nuestra vida es un laberinto y no quiere salir de él, menos para quedarse en otro. Se propone a él mismo quedarse allí y disfrutar de lo que más le gusta, la literatura,  a la que ve como un “juego”.
Traigo este poema aquí, porque parece que lo que hace el poeta en Los recodos del laberinto es esto mismo. Está en el laberinto, que es su vida, lo observa y disfruta de él. Me atrevo a decir esto a pesar de que en 1987 publicó La máscara de oro, libro posterior a Yegua de la noche y en la línea pesimista del anterior.
Pero me resulta muy clara esta relación que he observado entre el poema “Asterión” y el cambio que da en Los recodos del laberinto.
En este último libro de pomas, de 1977, vemos cómo el poeta se recrea en la cultura toledana, en la ciudad de Talavera de la Reina, etc..
El primer poema, puede servirnos de resumen para saber lo importante para él, su nostalgia y el paso del tiempo que tanto le atormenta, “Adolescencia”:

            ¡Qué necesarias fueron estas cosas,
            las cartas de mi padre, sus postales
            de Marklauten, las manos maternales
            y el olor a paredes herrumbrosas,
            para forjar la luz de mi universo
            y alcanzar el instante de este verso!

Este poema sigue un poco en la línea temática de los libros anteriores, la importancia que tienen para José María Gómez el detalle de las pequeñas cosas para conseguir la plenitud de la vida.
En el resto de poemas se observa una línea temática muy clara, que ya hemos señalado al empezar a hablar de este libro. La recreación de parajes, personajes y monumentos muy relacionados con la vida y cultura toledanas. En poemas como “Génesis”, vemos que Toledo lo es todo para él:

            Y fue Toledo espasmo, catarsis, paroxismo,
            roja lava rugiente, cráteres circulares,
            la tierra, el agua, el aire, el fuego, el fuego, el fuego.

A pesar de estar en los recodos de su laberinto “jugando”, no puede evitar que de pronto sienta el existencialismo pesimista que tanto le ha atormentado en sus tres libros anteriores. En algún verso reaparece:

            ¡Qué triste suerte la del ser humano!
            Aquí, en la eternidad en que me afano,
            me acucia un insaciable desvarío!
                                   (Memorial del amor y del tormento)

            El tiempo enseña que es vano mi empeño,
            que soy sombra y el arte sólo un sueño,
            un ilusorio fuego y sus despojos.
                                   (El entierro del Conde Orgaz)

Es muy significativo el último poema, con el que termina su libro, “Talavera de la Reina”, donde se observa la importancia que tiene esta ciudad en José María Gómez:

            Estás en mí, en mi más focal recinto,
            en los recodos de mi laberinto.

La métrica de este último libro no innova, se mantiene en la línea del soneto inglés aunque también ensaya el petrarquista en “Memorial del amor y del tormento” y el verso libre.
El lenguaje y el estilo se mantienen el esteticismo culto del poeta, utilizando vocablos muy bien buscados y la frase nominal, con abundancia de anáforas.

  1. Análisis de Yegua de la noche.
Tengo que decir, que a la hora de elegir el libro sobre el que quería trabajar más a fondo, pude elegir cualquiera de los cuatro que se encuentran en la antología de Los recodos del laberinto. Pero me llamó mucho la atención el título del libro, y quizás fue eso lo que más me sedujo de la obra de José María Gómez Gómez.
Yegua de la noche “es traducción literal del término inglés “nightmare”, cuya acepción usual es “pesadilla”. Esto es lo primero con lo que nos encontramos en este libro, esto es, la aclaración que da el propio poeta sobre este término. Después de leer todo el libro en profundidad, he observado que en cada uno de los poemas, independientemente del tema concreto, subyace el tema de la pesadilla. Se trata de una pesadilla que le atormenta y tiene distintas manifestaciones, ya sea como sueño, laberinto, máscara... Esto se tratará de manera detallada en el análisis del contenido.
La definición de su poesía nos la da el primer lema del libro, cogido del prólogo de La cifra, libro de Jorge Luis Borges.

      “Mi suerte es lo que suele denominarse
      poesía intelectual. La palabra es casi un
      oxímoron; el intelecto (la vigilia) piensa
      por medio de abstracciones, la poesía (el
      sueño), por medio de imágenes, de mitos
      o de fábulas. La poesía intelectual debe
      entretejer gratamente esos dos procesos” 

      Con esta cita de Borges, el poeta nos quiere transmitir que su poesía no es abstracta sino fruto de la reflexión, esto es, la unión del intelecto con la poesía. Ya veremos que se trata de una poesía profunda y muy filosófica.
      Otra cita importante que aparece en la primera página del libro, es una de Cicerón. Esto nos podría hacer pensar que la poesía de José María Gómez pudiera ser retórica, pero no es así. Ya lo iremos viendo. Pues bien, la cita es la siguiente:

      Non interpretum fungimur munere, sed
      tuemur ea quae dicta sunt ab iis quos pro-
      bamus eisque nostrum iudicum et nostrum
      scribendi ordinem adiungimus.
                             (Cicerón, “De finibus”, 1,2,6)

A través de este lema, el poeta nos expresa su propia visión de la poesía, como Cicerón, considera que no somos intérpretes de la cultura sino que lo que dicen los autores que respetamos, lo hacemos nuestro añadiendo nuestro pensamiento y nuestra manera de escribir.
Hay que resaltar algunos de los títulos de los poemas de Yegua de la noche que está tomados de otros poetas: “De la esencial heterogeneidad del ser”, título de un ensayo filosófico de Antonio Machado; “Tlón”, cuento de Borges;  “Miser Eugenius”, manera de nombrarse que tenía este poeta toledano que escribía en latín; el título de “The watry maze” tomado de Matthew Arnold, poeta inglés representante de los valores victorianos intelectuales y gran crítico literario.
Encontramos, dentro de algunos poemas, versos tomados de sus poetas predilectos, como en “Dante Gabriel Rosetti” donde hay retazos de este poeta “No more”, “Too late”, “Farewell” y de Petrarca “Nel laberito intrai, né veggio ond’esca”. Por último en el poema dedicado a Dante “Una metáfora de Dante”, utiliza la figura de la “eterna margarita” para crear el poema.
El libro no está divido en partes, pero se puede hacer una división temática que no coincide con el orden de aparición de la obra.
La primera división coincide con el título del primer poema “Yegua de la noche”. Del contenido se extrae la concepción una vida amenazada por una gran pesadilla. En relación con este tema están los siguientes poemas:            
            “Yegua de la noche”:

Me busca en los rincones de mi alcoba,
suena en la soledad de mi escritorio
este aciago cuadrúpedo notorio,
esta tumultuosa y terca loba.

            “Sueño”:
En la cíclica noche se han cerrado
 mis párpados. ¿Quién puede asegurarme                 
que volveré mañana a despertarme?

            “A un verso en un sueño”:
Detrás del ser el Ser que no se nombra.
 / ... /
 Nunca vinieras a este mundo aciago.

            Dentro del concepto de pesadilla, hay que tratar el laberinto, que aparece en algunos poemas como “Tlón”, “El castillo”, “Asterión”, “Zeus”...

No está. No te atormentes. Sólo existe
el laberinto inútil que ya viste.
“El castillo”

Conozco las señales y los hitos
 que yo mismo disloco cada tarde.
¿Y para qué salir de este recinto
y enredarme en el otro laberinto?
 “Asterión”.

He sido el pecador. Hoy me arrepiento.
/.../
pugnaba por salir de mi recinto
y enredarse en el ciego laberinto
de los astros, los días y la guerra.
“Zeus”

            El segundo grupo temático que aparece aquí es el que contiene poemas que responden al concepto propio de poesía de José María Gómez:
            “El quehacer”: concibe la poesía como un quehacer, algo que hará después de la muerte incluso.
Seguiré repitiendo el laborioso
símbolo y el epíteto preciso.
He de expresar con rima insospechada
vacías variaciones de otra Nada.

            “Lectura de Shakespeare”:
                        Yo, solo, en la quietud de mi escritorio,
me siento torpe, mínimo, irrisorio.

            El tercer grupo que aparece, temáticamente hablando, lo constituye un conjunto de poemas que contienen símbolos a partir de animales. Aparece un trasfondo en el que se deja ver la muerte en última instancia:
            “La hormiga”:
                        Su eterna caravana laboriosa
mis carnes morderá y toda otra cosa.

            “La hiena”:
                        Infatigable, hambrienta, traicionera,
acecha e mi alma la infinita fiera.
           
El cuarto grupo se compone de poemas dedicados al hombre como ser pesimista y terrible. También se puede relacionar este tema con la moral que aparece en algunos poemas:
            “Anagnórisis”: el hombre que da muerte a su hermano, ve la destrucción y las guerras futuras como si ya hubieran pasado. Es el principio del mal.

                        No había empezado (era el primer suceso
de la trama) y ya vi toda la historia.

            “La bestia”: se describe la creación del hombre al que define como bestia.

El Que Es La Voz pronuncia los secretos
oráculos: “Nunca verás mi cara”.
Y la bestia camina por el mundo.

            La visión moral de poeta se lee en poemas como “Mi infierno”, “Mi gloria”, “El Arquetipo” o  “Zeus”:
                        No he muerto, como Cristo, en un madero.
No conduje a mi pueblo en el desierto.
/.../
No hablé a los pájaros como Francisco
No merezco el honor sino el olvido
Que en la nada perezca lo que he sido.
 “Mi infierno”.
                        La plegaria indecisa. El gregoriano.
Florilegios y espadas traducidas.
La noche de lecturas repetidas.
El primer verso, torpe e inhumano.
“Mi gloria”.

                        Es el reverso aciago del Eterno.
Es nuestro perseguido estereotipo.
El espectro incesante. El Arquetipo.
“El Arquetipo”.

                        He sido el pecador. Hoy me arrepiento.
Yo os entregué a la nada y al pecado.
Merezco vuestro insulto despiadado.
“Zeus”.
                       
El quinto y último grupo está dedicado a lecturas de los autores favoritos de José María Gómez, de las que vemos influencias claras en su poesía: “Lectura de Shakespeare”, “David Hume de Edimburgo”, “Una metáfora de Dante”, “Algernon Charles Swinburne”, “Rembrandt”, “Unamuno”, “El enigma de Pitágoras”, “Skerrivore”, “Arthur Shopenhauer”, “Dante Gabriel Rossetti”.
La métrica de José María Gómez llama la atención por el uso del soneto inglés en su mayoría en este libro, excepto uno, “Unamuno” de clásica métrica petrarquista al estilo italiano.
La totalidad de sus poemas en Yegua de la noche son sonetos al estilo inglés (que tienen como máximo representante a Shakespeare y usados en el siglo XX por Jorge Luis Borges), esto es, tres cuartetos y un pareado final (ABBACDDCEFFEGG), con rima consonante y versos endecasílabos. Algunas ocasiones cambia la rima y hace ABABCDDCEFFEGG, haciendo un servetesio en la primera estrofa. Es curioso el uso de esta métrica, pero no es raro en José María Gómez porque teniendo en cuenta que dos de sus autores predilectos, Jorge Luis Borges y Shakespeare los usan, es fácil encontrarlos en su poesía.
            El contenido temático de la obra de José María Gómez se reduce básicamente a los símbolos que hemos señalado más arriba y que explicamos más detalladamente a continuación.
            Los símbolos de los que se sirve en los poemas de Yegua de la noche son: el sueño, el laberinto y la pesadilla.
 El sueño tiene una larguísima tradición en la literatura universal. En la poesía de José María Gómez puede significar la muerte, la poesía y Dios. La idea fundamental de este símbolo es transmitir la irrealidad de la vida. Poemas como “Sueño” (muerte o sueño), “Anagnórisis” (muerte), “El Quehacer” (poesía y muerte), “A un verso en un sueño” (poesía), “Zeus” (Dios).
            El laberinto, símbolo muy usado en Yegua de la noche se puede explicar con la siguiente referencia:

                        El laberinto se convierte, desde el punto de vista tradicional, en imagen de un caos ordenado por la inteligencia humana, de un desorden aparente y voluntario que tiene su propia clave. [Rodríguez, 1973: p. 100].

Poemas como “Zeus” (creación de un dios aburrido), “The watry maze” (el mar como laberinto), “Asterión” (el laberinto concebido como un juego), son muy significativos en este sentido.
            La pesadilla (tema fundamental del libro) constituye el tercer símbolo que hemos señalado. Además, todo se reduce a una pesadilla, tanto el sueño como el laberinto. Este tema es recurrente en Yegua de la noche:
                        Me busca en los rincones de mi alcoba,
                        suena en la soledad de mi escritorio
                        este aciago cuadrúpedo notorio,
                        esta tumultuosa y terca loba.
                                               “Yegua de la noche”
                       
                        ¿De qué te han de servir las bibliotecas,
                        las minuciosas lunas enlazadas,
                        el alma de Virgilio y las contadas
                        sílabas de las muchas noches huecas,
                        cuando estalle por fin en tu camino
                        el hongo, el huracán, el torbellino?
                                               “La amenaza”

                        ¿Persistirá este insomnio y esta mustia
                        tarea que entretiene a los mortales,
                        la trama de los átomos fatales,
                        la constante maraña de la angustia?
                        ...
                        Está en nosotros. Es nuestra semilla
                        La atroz y delirante pesadilla.
                                               “La pesadilla”.

La muerte, la vida, en definitiva... hay muchas cosas que para nuestro poeta representan una pesadilla en un determinado momento de su creación poética. Pero, a pesar del pesimismo que esto supone, el final del libro “Asterión”, representa la superación del laberinto “jugando” dentro de él sin más, sin preocuparse por entenderlo o no. El poeta se declara “feliz” después de todo.
            Las últimas líneas de este apartado están dedicadas al estilo y lenguaje de Yegua de la noche. Utiliza un lenguaje culto en la totalidad de sus poemas, desde el léxico hasta referencias mitológicas de todo tipo. Vocablos como anagnórisis, gnoseología, arquetipo, hybris... y mitos como el de Perseo, Asterión, Prometeo... reflejan un gran conocimiento de los clásicos. Sus versos trazan un estilo conciso, intelectual y en algunos poemas nominal. Esta última característica la vemos en “Fantasmas”, “Mi infierno”, “Date Gabriel Rossetti”. Entre las figuras literarias más importantes observamos: la enumeración: “La plegaria indecisa El gregoriano./ Florilegios y espadas traducidas” (“Mi gloria”), la hipálage: “El café pensativo” (“Fantasmas”), la metáfora: “esta tumultuosa y terca loba” refiriéndose a la pesadilla (“Yegua de la noche), el oxímoron, la aliteración..., hipérbaton:  “cómo acudía con exceso a mi pluma el dolor lluviosamente”.
            Poeta intelectual, en definitiva, es lo que debe quedar, unido a un interés especial por el uso de cultismos, pero sin carga culturalista, es decir, no hay un recargamiento ni adorno en el uso de referencias clásicas, sino el resultado de una profunda reflexión basada en el conocimiento del latín, los clásicos, poetas ingleses y españoles de todos los tiempos.

3.      Análisis de un poema.


ASTERIÓN

Soy feliz. Es espuria la leyenda
según la cual un dios enemistado
me castiga. Yo he mismo he fabricado
la calígine cóncava y tremenda,
la noche de los muros infinitos,
los catorce recodos, escansiones,
encrucijadas y bifurcaciones.
Conozco las señales y los hitos
Que yo mismo disloco cada tarde.
¿Y para qué salir de este recinto
y enredarme en otro laberinto?
No importa que me tachen de cobarde.
Los dioses se plegaron a mi ruego.
Sí. Soy feliz. El sótano es mi juego.


El poema que voy a analizar es “Asterión”, el último que aparece en el libro Yegua de la noche. El mito que envuelve a este personaje nos cuenta que el rey Minos pide a Poseidón un toro para exhibirlo y para demostrar el favor de los dioses. Al rey de Creta, Minos, se le olvida sacrificarlo en honor del dios. Poseidón le castiga haciendo que Pasiphae, esposa del rey, se enamore del toro. Dédalo construye una vaca de madera desde la que espera Pasiphae la embestida del toro. Así nace Asterión, quien vivirá oculto en un laberinto que edifica Dédalo también. Teseo mata al Minotauro ayudado por Ariadna.
Jorge Luis Borges escribe un cuento, llamado “La casa de Asterión”. Borges crea unas imágenes que utiliza José María Gómez en su poema, que se analizarán más adelante. Lo más característico es el final del cuento, cuyo sentido entra en relación directamente con el tema del poema:
El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.
-          ¿Lo creerás, Ariadna? –dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.

El poeta habla como si fuera Asterión, se pone en su lugar y cuenta su propio sentimiento acerca del laberinto desde la visión del minotauro. Sabemos que no es Asterión, pero el poeta imagina lo que sentiría según el texto de Borges en “La casa de Asterión”. Se puede decir que está compuesto de una forma lírica, ya que expresa sentimientos muy íntimos, personales del poeta.
Se trata de un soneto inglés. Ya hemos explicado anteriormente la estructura de esta forma estrófica, tres cuartetos y un pareado final. La rima es ABBACDDCEFFEGG, en versos endecasílabos que riman en consonante.
Hay que destacar el gusto por el encabalgamiento, figura que nos va precipitando a lo largo de la lectura. Aparece entre los versos 1, 2 y 3, y más adelante, entre los versos 10 y 11.
Pasamos ahora a analizar la parte expresiva del poema. Ya hemos comentado el gusto por el estilo nominal de José María Gómez. Esto significa que hay gran cantidad de sustantivo acompañados por adjetivos (vv.3,4,5,6) donde no aparece ningún verbo. Los sustantivos sirven, en la mayoría de las ocasiones, para establecer enumeraciones (“los catorce recodos, escansiones, / encrucijadas y bifurcaciones). En la primera parte del poema, desde el verso 4 hasta el 7 hay, por tanto, elipsis verbal. Desde el verso 8 hasta el final aparecen verbos (“conozco”, “disloco”, “salir”, “enredarme”, “tachen”, “plegaron”, “soy”, “es”). Hay que destacar los adjetivos que aparecen en este soneto (“feliz”“espuria”, “enemistado”, “cóncava y tremenda”, “infinitos”).
El campo semántico de los sustantivos está relacionado, por un lado, con el cuento de Borges: “muros”, “recodos”, “encrucijadas”, “bifurcaciones”, “escansiones”, “señales”, “hitos”, “recinto”, “laberinto”; también aparecen otros relacionados con el mito: “laberinto”, “dios”... En conclusión, todos los términos usados, son elementos relacionados con el laberinto o sinónimos de esta palabra.
En cuanto a los tipos oracionales, las afirmativas abundan: “soy feliz”(v.1), “Es espuria”. “Conozco las señales”, hay una negativa en el verso 12 “No importa que me tachen de cobarde”; y otra interrogativa en los versos 10 y 11 “¿Y para qué salir de este recinto / y enredarme en otro laberinto?”.
Las figuras estilísticas correspondientes con el nivel morfosintáctico que aparecen en el poema son la enumeración y elipsis verbal en los versos 4, 5, 6 y 7:

            la calígine cóncava y tremenda,
            la noche de los muros infinitos,
            los catorce recodos, escansiones,
            encrucijadas y bifurcaciones.

Aparece una anáfora (vv. 1 y 14 “soy feliz”), el paralelismo (“mi ruego”/ “mi juego”).
En el nivel léxico-semántico hay que destacar dos palabras clave en el poema y en la poesía en general de Yegua de la noche, “laberinto” y “recinto”, ya que todo el léxico va a girar en torno a estas dos palabras (tratadas como sinónimas) en el poema.
            Alguna metáfora como “la noche de los muros infinitos” (v. 5), una hipérbole como “muros infinitos” (v. 5)...
            El poema gira en torno al laberinto de Asterión, por lo que el poeta utiliza sinónimos de este término, como “recinto”, “sótano”, aunque no signifiquen lo mismo.
            En el último nivel hay que destacar el carácter expresivo y la cadencia general del poema, que no se resuelve hasta el final. Se hace una pregunta en el último cuarteto y los dos últimos versos sirven de resolución final.
                        ¿Y para qué salir de este recinto
                        y enredarme en el otro laberinto?
                        No me importa que me tachen de cobarde.
                        Los dioses se plegaron a mi ruego.
                        Sí. Soy feliz. El sótano es mi juego.
           
            Para terminar con el análisis del poema, hay que decir que este tema es muy usado por el poeta, el símbolo del laberinto. Pero este poema es el único en el que la idea de una vida en la que todo se reduce a un laberinto no le angustia. La filosofía pesimista cambia aquí. Incluso admite que quiere vivir así, que no quiere salir de “este recinto”, y mucho menos “enredarme en otro laberinto”. El laberinto es símbolo, tema y tópico. Ya veíamos al principio del análisis cómo Borges lo utiliza en su cuento “La casa de Asterión” y en muchos más cuentos y poemas.
           
Queda patente el carácter filosófico y existencial de un poeta que se pregunta por el sentido de la vida y del mundo. Como no tiene respuesta, se dispone a vivir y a ser feliz con lo que tiene la vida de complicaciones y de “laberinto”.



  1. Bibliografía
a)      Primaria:
Poesía:
GÓMEZ, José María:  -La máscara de oro, 1988, Zamora, Ed. Instituto de Estudios
Zamoranos “Florián de Ocampo”, Excma. Diputación Provincial de Zamora.
-Los recodos del laberinto, 1997, Talavera de la Reina, Editorial Gráficas del Tajo.
-El sueño apócrifo, 1997, Talavera de la Reina, Edición del Excmo. Ayuntamiento de Toledo, Imp. Ebora.
- Yegua de la noche, 1984, Talavera de la Reina, Edición del Excmo. Ayuntamiento de Toledo, Imp. Ebora.
Poemas antologados: “El Soñador”, “La Aurora”, “Un soldado de Rocroi”, “Jorge Luis Borges”, “El Clavel”, “J.W. Goethe”, “Un skald”, “Averroes y la luna”, “El ruiseñor de Matthew Arnold”, “Anagnórisis”, “David Hume de Edimburgo”, “The watry maze”, “O navis”, “El libro”, “Skerrivore”, “El castillo”, “Gnoseología”, “El río”, “The nothing I am”, “La eternidad”, “Disfraces”, “Toledo”, “El leopardo”, “La ceguera de John Milton”, “La máscara de oro”, poemas recogidos en Tres poetas talaveranos actuales: Rafael Morales, Joaquín Benito de Lucas, José María Gómez Gómez. Estudio y antología, 1994, Toledo, Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos (C.S.I.C. Diputación de Toledo), pp. 129-139. Antología de Manuel López Sánchez.
            Prosa:
GÓMEZ, José María: Reflexiones sobre mi poesía, 2005, Torrijos.

b) Secundaria:
ALAZRAKI, J. et. alii: El cuento hispanoamericano ante la crítica, 1973, Valencia, Editorial Castalia.
BORGES, Jorge Luis: El Aleph, 1991, Buenos Aires, Alianza Emecé.
LÓPEZ, Manuel: Tres poetas talaveranos actuales: Rafael Morales, Joaquín Benito de Lucas, José María Gómez Gómez. Estudio y antología, 1994, Toledo, Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos (C.S.I.C. Diputación de Toledo).